"Este amor no contempla lo imposible" |
A diferencia de los padres las madres no se hacen,
nacen. Ella te lleva en su vientre, ella te da la teta cuando comer es cuestión
de vida o muerte, su rostro es el primero que vez cuando venís al mundo. Su
presencia significa el fin de las angustias. En fin “Madre hay una sola”, nos
dicen los viejos mandatos culturales. ¿Quién puede dudar de ese torrente que es
el amor materno? ¿Y quién podrá discutir entonces la incondicionalidad del amor
materno? Madre es sinónimo de sensibilidad, contención, receptibilidad,
fragilidad, protección, cuidado, prudencia, nutrición, comprensión, intimidad,
intuición.
Ahora bien, por qué afirmamos con tanta vehemencia que “la vieja” y “Mitre” son
lo más grande que hay y además, lo único que no cambiamos en la vida. ¿Sabe por
qué? Porque son idénticas la pasión y el amor que se sienten por la vieja y la
camiseta.
Es una transferencia inconsciente hacia el único objeto de amor absolutamente
incondicional que nos va a regalar la vida que es: el amor de madre. Para
nosotros, el mismo que sentimos por Mitre. Porque Mitre y la vieja te dan todo
y no te piden nada.
Pues bien “madre hay una sola”, el devenir de los tiempos ha ido modelando una
evolución en lo que es hoy la función materna.
De aquella “mamá angustia” que describía María Elena Walsh, resignada que
“llora mientras da de mamar porque su hombre en la taberna se está bebiendo el
jornal”, pasaron varias generaciones para llegar a estas nuevas “Evas” que
salen a buscar semilla a la par de sus maridos, que salen a remontar vuelo y
dejar de ser costilla de Adán. Parafraseando a Silvio Rodríguez.
O de esas “madres coraje” hijas de sus hijos, que un día se pusieron de pie
reclamando por ellos, verdad y justicia, y que nada ni nadie las pudo
silenciar. Las “madres del dolor”, “las madres del Paco” que fueron creciendo y
sumándose a la resistencia contra la impunidad del gatillo fácil, la
inseguridad, la droga y el desamparo estructural de una sociedad autista frente
a tantos “desmadres” del sistema. Vaya mi homenaje entonces a todas las
madres-símbolo de estos años de lucha.
Definamos una madre hoy: una madre debe ser además de esposa, mujer y amante de
su marido, una mujer que trabaja, atiende sus intereses, sus necesidades de
tipo cultural, profesional y económico y que además se ocupa de la crianza de
sus hijos, nada más y nada menos.
¿Sabe qué amigo? Esta danza no fue acompañada simétricamente por parte de los
hombres. Es hora de aventurarnos señores en recorrer espacios interiores,
emocionales y espirituales, que se nos habían prohibido por femeninos. Dejemos
la vergüenza de lado, que amar, reír y llorar por Mitre también es un legado de
la vieja. Ellas nos ayudaron a construir el sentimiento. El viejo lo que hizo
fue tomarnos de la manito y meternos adentro del Vaticano del fútbol “el
Central Argentino”.
Ojo que eso no es poco, pero después arreglate solo. Está bien cada uno hizo lo
suyo. Mamá fue el adentro, la interioridad. Papá, el mundo externo, la conquista
del afuera. Por suerte, ese afuera fue Mitre y no otro. Gracias, entonces,
gracias a los dos, y desde acá, desde este humilde blog un beso a todas las
mamás del mundo. A todas, a las que ya no están físicamente, o a nuestra “Madre
Hincha”, la gran Haydee Matosas y a todas aquellas que se ponen la celeste
domingo a domingo y pueden ser disfrutadas.
Ellas son los únicos seres capaces de tolerar como tantas veces que “su día”,
lo festejemos un rato juntos y después tengamos que rajar rápido a la cancha, a
estar con Mitre. ¡¡SON ÚNICAS!! Por eso sabrán entender que hay que acompañar
al equipo en esta parada bravísima.
Nuestro corazón dividido en la distancia, unido en el
sentimiento. Un poco allá y otro acá. A no olvidar: “Mitre y la Vieja” (Pappo
dixit), son lo más grande que hay”.