“Algún día verás que me voy a morir amándote, amándote…”. Porque somos portadores de ese ADN, tan glorioso, vital como adictivo. El de la escuela de tantos quijotes futbolísticos, de templarios fundacionales y de amigos anónimos y atorrantes, que dieron todo, dan todo y seguirán hasta el instante final…amándote. Porque seguramente llegará ese día en que partiremos livianos de ropa, pero quedará al desnudo el corazón y la sangre celeste, inscriptos en nuestros en piel. Los glóbulos rojos y blancos se harán etéreos, volverán al cosmos y habrá una lluvia de cenizas como luciérnagas bañando el Central Argentino. Lo que no podrán es con nuestras vísceras. Ellas delatan como nada nuestra identidad. Mitre está en nuestras entrañas además del corazón. Y nuestra voz se irá pagando, cuando tenga la certeza que en la edad del cielo, no tronará el eco del aliento y de los bombos de la “hinchada máxima”, “la ciudad menos algunos”, como nos bautizamos a prueba de hechos.
Y nos iremos en paz, sabiendo que no nos pudieron quebrar ni las envidias, ni los resentimientos, ni los egos. Y que aquellos serpentarios que nos plantaron, todos fueron arrasados por el fuego de esta pasión.
Si de algo moriremos será de amor, no arrojados a los glaciares del olvido. Nosotros no abandonamos. Ni nos enroscamos en la puteada despiadada del maltrato, de quien no cuida lo que ama.
No vamos a desaprovechar la fiesta de los domingos exagerando cada contratiempo. No somos vigilantes, somos gendarmes de un estilo con marca registrada. Somos futboleros, gente de cancha, sanguínea y exigente. Pero conocemos los límites. El amor al celeste nos pide más y más compromiso. Sabemos de ese hilo delgado que es pasar del amor al odio a la bronca indiscriminada. No nos vamos a permitir caer en el peor de los boicots que es insultar la esperanza. Estamos para edificar la trascendencia de Mitre.
Sin pecar de lirismo ni caer en pecados de soberbias, vinimos a construir puentes. ¿Cómo?. Haciendo síntesis y resignificando nuestra historia constantemente. La de nuestros próceres del “verde césped” y la de tantos “Corazones Valientes”. No hay adversidad, capaz de revertir. Hasta ese fantasma “de no salir campeón” que a tantos duele. Son tiempos de grandeza espiritual, de andar unidos, de creer en los creativos. No le hagamos el caldo de cultivo a los que venden con nuestra catátrofe. Ni a tantos otros que miden todo con la vara de los números pero putean cuando los partidos son aburridos. Los que piden poner huevos pero se conmueven cuando aparece un Liti Vera o un Diego Garay. Cuando sentimos como se nos eriza la piel con estas apariciones, como antes fueron el Nata y Pitero Caravanzola, Moncho Darriba, Maneca Salvático, Chaga Fernandez, el Popa Mayorga, Mosca Bonaldi y tantos otros, injustamente no nombrados. Huyamos de los profetas de los miedos que nos hacen ciegos. Hay un mar que se llenó de pecesitos multicolores, cardúmenes que recién están aprendiendo a nadar. La siembra anegó de vida nuestro futuro. Y el futuro es lento pero llega. Defendamos la alegría, de volver a ser.
En este aquelarre de la historia colectiva de Mitre me quedo con los soñadores. Aún arriesgo que me tilden, de fundamentalista del lirismo. No me van a quebrar los pesimistas.
Soy portador de un virus, esa droga con destino refinado y sociable que nació un 14 de febrero de 1951, en los bajíos del humilde barrio “Central Argentino”. Nadie encuentra el antídoto que me cure. Somos muchos en la ciudad. Es por eso que cada mañana, tengo esta sensación,cada día más fuerte que nunca. Me levanté silbando ese himno maravilloso de nuestra hinchada, “Mitre mi buen amigo esta campaña volveremos a estar contigo...”.
Ese es mi lugar. Allí donde nuevas generaciones dicen “siempre vamos estar Celeste" hasta morir. De la mejor manera: “¡Amándote, amándote, Amándote!”.